Anda,
llévate las nieves y las trampas,
el verde azul de los paisajes,
el escarlata de las nubes,
el surrealismo de las noches.
Déjame la oscuridad de la duda
déjame tus versos en los recovecos del vino tinto,
las siluetas blancas de la Luna,
las sábanas y la miel de las miradas.
Déjame todo
menos la culpa.
A pesar de sus tinieblas,
llévate lejos las cuevas de las calles,
la fría hora del grito
y los andenes.
Guárdate en el pecho los sueños de colores,
en el mar y en sus telones.
Déjame ser la sequía de tus labios,
la ausencia de tus ojos,
el verde y el azul de tus paisajes.
Permite que te hiera la caravana de vientos en otoño
y que de la podredumbre de mi rostro crezcan todo tipo de plantas.
Todas menos la hiedra.
Todas, menos la culpa.
En la esquina del parque
un Marx crucificado
madera, mármol, piedra
En sus ojos de líquido blanco
semen de la misericordia
bailan escorpiones que con la lluvia
llenan las grietas del barrio
¡Oríllate! hay barrotes
en las palmas de los mendigos
y algodones de azúcar en las alforjas del mal
Mientras ojivas de luz
con la palabra elegía
florecen en la sombra
Los candelabros desvisten
secretos que rezan
y Perséfones de fuero interno
dejan cosas en los puentes
La calle del Pecado Original
la calle, única, expectante
Agujas del orden,
fuegos carcelarios,
pasajeros de rodillas
¡A votar!
Púlpito de economistas,
pecados de farmacia,
eucaristía de papel periódico
Una úvula ajena en las antenas
campanas de murciélagos de hollín
apura la calle labrada por los pasos
la calle, la calle
Atardecer asfaltal
en el bozal la gloria
y a llorar
por el celular,
por las urnas, por los aeropuertos
Por tu culpa, Lucifer, ¿dónde estás!?
hay pus en el mecanismo
y jamás podré salir de la ciudad.
El palacio se desmorona, ¡corre!
No hay humo, no hay boca ni pupilas
La galaxia está tras esas buganvillas,
sin Queronte y gratis,
esa canoa te llevaría a la isla del gran pintor...
Pero el jardín! ooaahh
El amigo viriveado siendo fotosíntesis
Pisa, pisa, sin medias
Cae y retira el velo de las palabras cosificadoras.
¡Alfiles de hierba, mirad!
un hereje - Dijo la carteza de corazones rojos
- ¡Traigan a la flor!
Si piensas en apretarla habrá más olor aromoso,
paz hasta que te rasquen las geometricidades,
te canten las nubisiones
y sueltes tu mandíbula
al compás ancestral, tun. Tun.
¿Jugo en la cocina?
Ventiladores siestones con su ritmo de sombras
y un nmmm más, el de la refrigeradora.
Una tetostada con mermelada de ají y
a la sala de los ayeres.
¡Cruza el umbral!
Que la horizontalidad fría del sillón,
que las bombillas con osos de anteógenos color ceniza,
que lo contrario a la verdad es la eternidad de la vela.
Ahí! el duende tomate...
Si te fijas son dos, un hombre y una mujer,
con una enorme pepa de cacao.
Les ojalarás un secreto.
El techo o cerrar los ojos,
¿Quién manda?
Aquí adentro estoy yo,
junto al abismotro,
vientos con polvo de nieve
y catorce abralmas que revolotean la escalera del todo.